Conoce los beneficios de los talleres de la iniciación musical y exploración para niños y las bandas de rock para chicas.
Por: Carolina de la Arena para Revista Viú
La música, esa combinación sonora que nos emociona hasta hacernos bailar, puede ser un instrumento educativo y de cambio social. Seguir el propio ritmo, identificar el del compañero y acoplarse no es una simple descripción de cómo amalgamarse con el otro para componer una canción: funciona también como metáfora del trabajo en equipo. “Esa comunicación no verbal en la que hay que escucharse, escuchar al otro y negociar entre dos o más integrantes para generar una melodía es un gran ejercicio para los niños y niñas, porque les enseña a moverse en sociedad”, afirma Geraldine Sakuda, la directora pedagógica de La Tarumba, escuela de arte con más de 30 años de antigüedad.
El arte mejora nuestras habilidades motrices, de coordinación o expresivas, pero también nos permite desarrollar sensibilidad y conocernos mejor. Para aprender a tocar un instrumento, hay que explorar el propio cuerpo y lo que puede hacer. Hay que aprender desde el error, no es posible aprender a través de una fórmula: primero hay que intentar muchas veces hasta que, gracias a ese ejercicio constante, logras componer una pieza o tocar. Así el niño aprende a enfrentar el temor al ridículo, a comprender que hay más de una forma de hacer las cosas y a fortalecer la autoestima.
Natalia Vajda, música e ingeniera de sonido peruana, ya estaba bien al tanto de esto cuando asistió a la conferencia de la asociación sin fines de lucro Girls Rock Camp Alliance realizada en Estados Unidos hace dos años: ella estudió música desde chica y profesionalizó su pasión. “El Perú es uno de los países con mayor índice de violencia de género en Sudamérica. Cuando tomaba clases de guitarra eléctrica, era la única mujer del curso y sentía que solo me prestaban atención cuando hacía algo muy bien. Luego confirmé este sentimiento con otras chicas: a mis amigas percusionistas las solían felicitar diciéndoles: “¡qué bien, golpeas como hombre!”. Por eso Vajda decidió juntarse con amigas y colegas y fundar el Warmi Rock Camp Perú: una organización sin fines de lucro donde niñas de entre 7 y 16 años trabajan temas de autoestima, liderazgo y género a través de la colaboración y creación musical.
“Trabajar la multiculturalidad y la discriminación poniendo en un mismo plano la música de la selva, sierra y costa con clases dictadas por profesores hombres y mujeres fortalece los valores de igualdad, integración y la tolerancia transversalmente”, afirma Geraldine Sakuda
Durante una semana, las niñas aprenden a tocar un instrumento, forman su propia banda de rock, diseñan el arte y el logo que las represente, componen una canción y cierran el campamento con un concierto. “Como los chicos siempre son mayoría en las bandas, a mí me encanta tener una banda de rock de solo chicas. Muchas personas dicen que las chicas no pueden tocas y eso no es cierto. Acá lo vamos a demostrar. Vamos a escribir las mejores canciones”. La declaración no es de una leyenda del rock. Luciana Gamboa Matallana tiene 9 años y quiere demostrarle al mundo que las chicas sí pueden. Ella junto a más de 30 niñas participaron del primer campamento de música realizado en Lima (y en Sudamérica) con perspectiva de género.
A través del ejercicio artístico, se puedes destrabar y encontrar soluciones a un conflicto, ya que provoca un enfoque lúdico para temáticas complicadas que no siempre tienen que abordarse desde el intelecto. “Trabajar la multiculturalidad y la discriminación poniendo en un mismo plano la música de la selva, sierra y costa con clases dictadas por profesores hombres y mujeres fortalece los valores de igualdad, integración y la tolerancia transversalmente”, afirma Geraldine Sakuda. El trabajo creativo también tiene un rol fundamental: la imaginación es un músculo que hay que entrenar. Sin esto, no tienes la capacidad de promover un mundo distinto y alcanzar los sueños. Los sueños, al fin y al cabo, se imaginan primero.